Hola de nuevo amigos, tras unos días sin escribir nada debido a que he andado algo ocupado, vuelvo a la carga. Anoche llegamos a Kaunas tras un fin de semana de viaje, esta vez el destino fue Riga, la capital de la vecina Letonia, pero empecemos por el principio.
Los países bálticos son pequeñitos y están bastante bien comunicados entre ellos (me refiero a abundancia de medios de transporte y su reducido precio, porque las carreteras son una mierda enorme) Aprovechando esta situación, decidimos visitar la capital, Riga. Es la mayor ciudad de las repúblicas bálticas, y el puerto más importante de la antigua URSS, es una ciudad bastante más grande que Vilnius, por ejemplo y, a mi gusto, también más bonita. Hay una cierta rivalidad en ver quién tiene el centro histórico más bonito y, personalmente, como acabo de decir, creo que gana Riga. Aunque no sólo en el centro histórico, en general, me ha gustado más que la capital de Lituania.
Como viene siendo habitual, para viajar hay que madrugar o trasnochar: esta vez hicimos las dos cosas. Salimos el viernes por Kaunas, y el sábado tocó madrugar para ir a Vlinius en tren a coger el autobús. El viaje de ida transcurrió tranquilo y sin sobresaltos, el autobús era relativamente cómodo y llegó puntual. Lo primero que hicimos en Riga fue sacar dinero, ya que, una vez más, tocaba moneda nueva: el Lat letón tiene un valor aproximado de 1.2 €uros, pero no me voy a poner a hablar de política y economía, hoy no. Con una cantidad razonable de dinero en el bolsillo nos dirigimos a nuestro hostel (Famous Fun Frank, os lo recomiendo a todos) donde nada más llegar nos dijeron que dejáramos el equipaje y nos tomásemos algo en el bar, vamos, que nos invitaron a una cerveza. El bar tenía 4 cámaras frigoríficas a reventar de botellas de Zelta, la cerveza letona por excelencia. Reservamos 6 plazas en una habitación de 10, con lo que compartiríamos con más gente, pero nos dieron finalmente una de 6, todo un detalle por su parte.
Llegamos a la habitación, pequeñita, pero con 3 cómodas literas y taquillas, nos dimos un pateo por el centro histórico de la ciudad y comimos algo. Riga es una ciudad ecléctica, combinando diferentes tipos de arquitectura en la misma calle incluso. Esta mezcla de estilos le da un encanto especial a la ciudad, que esta vez sí que parece una ciudad típica centroeuropea, fruto de la fuerte influencia alemana, pero con toques de ciudad del este que le dan un encanto especial. Como viene siendo habitual por la zona, hay muchas iglesias grandes, en este caso, de tres confesiones distintas: catolicismo, protestantismo y ortodoxia rusa. También hay una gran cantidad de parques, uno muy bonito con 7 puentes por una tradición de boda letona, que está construido alrededor del canal que servía de foso defensivo en la fortificación de la ciudad. También había una grupo de músicos callejeros con una batería, un timbal y varios instrumentos de viento versionando canciones actuales, los cuales se llevaron un merecidísimo aplauso de nuestra parte.
Después del paseo, fuimos al hostel a descansar un rato, pues como dije antes, habíamos salido la noche anterior, y los autobuses son fatales para echar una cabezada. Tras la siesta, vimos el clásico en el hostel echando unas cervezas, y para completar la noche, la recepcionista nos presentó una oferta que no pudimos rechazar: por 5 Lats nos llevaban en taxi a la discoteca más grande de la ciudad, entrábamos, y encima nos daban otra birra en el hostel mientras venía el taxi ¿cómo le íbamos a decir que no? El caso es que nos plantamos en un garito de 3 plantas, con multitud de salas, gente extraña, españoles advirtiéndonos acerca de lo listas que son las profesionales locales y demás. Pero lo mejor sin duda, la sala de electro-house, con un musicote tremendo que nos tuvo allí la práctica totalidad del tiempo, con algunos de los chavales que también se hospedaban en nuestro hostel.
Al día siguiente, nos levantamos para desayunar, y fuimos al mercado. Había puestos en la calle y una plaza de abastos gigante con 4 naves, en la cual nos detuvimos un buen rato en la sección de pescado, observando boquiabiertos cómo una pescadera abroncaba a una anguila por salirse del cofre que compartía con sus compañeras, todo muy surrealista. Ese día decidimos realizar el Free Tour que ofertaba el hostel, con una guía muy maja que nos contó muchas curiosidades e historias acerca de los lugares que visitábamos, y que nos seguía bastante el rollo cuando decíamos alguna gilipollez (cosa bastante frecuente en nosotros) También estuvimos acompañados por Eric, un chico de Taiwan, que cámara reflex, trípode e Ipad en mano, compartió la visita de la ciudad con nosotros, un auténtico genio que está viajando por Europa. Nos enseñó su cuaderno de bocetos y no pudimos más que quedarnos admirados ante su visión a mano alzada y directamente en tinta de sitios como Tokyo, la estepa mongola, el metro de Moscú... Coincidimos también con una celebración de la llegada de la primavera, aunque la primavera báltica ya sabéis todos cómo es... pero la gente estaba muy motivada con sus pomperos y todos andando en procesión. También he de destacar la gran presencia de bicis en la ciudad, la vi bastante preparada para ello, mención aparte la cantidad de fixies que pude cruzarme. El tour concluyó con un chupito de una bebida típica letona de hierbas, que cuenta la tradición que usan hasta como medicina. Dicen que sabe a rayos, pero después de haberlas cogido a Samagonas aquí en la residencia, creo que ya puedo hasta beber alquitrán.
A la vuelta, un bus que iba de Riga a Vilnius, y de allí a Kaunas, un rodeo bastante estúpido, pero es lo que había si queríamos volver a un precio razonable. Ecolines es una empresa de autobuses Lowcost, con una política bastante extraña. Si recordáis nuestro viaje a Polonia, el bus llegó tarde, y ya sabemos la razón, los muy retrasados esperan hasta que llega el último viajero que ha reservado, !incluso te llaman para decirte que te están esperando! Una cosa es que den 5 ó 10 minutos de cortesía, pero no tres cuartos de hora. En España o llegas a tiempo o te dan por el culo con una caña rajada. El caso es que esta vez, a azafata era bastante estúpida, al menos con nosotros, pero bueno, el viaje transcurrió de una manera aceptable, sin demasiados acontecimientos salvo nuestro habitual cachondeo, y el extraño momento en el que el conductor del autobús decidió calentar las ruedas al más puro estilo warm-up lap en Fórmula 1, dando bandazos. Creemos que era por las roderas de la carretera, pero coño, reduce la velocidad al menos, que llevas un cacharro de 2 plantas, ¡desgraciado!. Y así, llegando a Kaunas cerca de la medianoche, transcurrió nuestra aventura letona.
Un saludo para todos, amigos míos
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