Tras una semana sin demasiados sobresaltos, salvo la cabeza del sevillano, que se llevó un buen recuerdo del jueves noche, y el lanzamiento de cubos de porquería y huevos a los novatos (ni punto de comparación con las queridas y míticas Novatadas de Murcia) decidimos hacer algo distinto el fin de semana, con lo que programamos un viaje a la costa lituana.
Nuestro destino era Klaipeda, una ciudad marítima en la que fabrican la Svyturys Ekstra (Svyturys significa faro) de lejos, la mejor cerveza lituana. Se encuentra a unos 200km de Kaunas, y entre autobuses, esperas y demás, salía más a cuenta alquilar una furgo, ya que éramos 9. Dicho y hecho, el sábado por la mañana fuimos a recoger nuestra Renaul Traffic. De motor, pese a tener casi 300000km estaba bastante bien, aun cargada con 9 personas y algo de equipaje, tiraba que daba gusto. Los frenos no iban muy allá, pero la auténtica tara del vehículo era la dirección. No sé a qué se habrán dedicado con ella, a subir bordillos, a hacer trompos o vete tú a saber, pero de verdad que era horrible. No es que no tuviera dirección asistida o estuviese estropeada, es que para girar había que hacer una fuerza de la hostia, pero bueno, nos llevó y nos trajo que es lo que importa (a costa de unas agujetas majísimas en los trapecios) La radio a veces expulsaba el CD de temazos (Javi, sabemos que al final te gustó) porque se recalentaba al ir la calefacción puesta.
Los lituanos, por lo general, conducen de puta pena, pero en la autovía no había demasiado tráfico, con lo cual íbamos tranquilos. Eso sí, el carril de la derecha tenía unas roderas acojonantes, tanto que al cambiar de carril se notaba la diferencia de altura. Otra particularidad que tienen estas autovías, son los cambios de sentido en mitad de la mediana (inteligentísimo, oiga) También a destacar que los 200km fueran prácticamente una recta interminable (claro, si no hay montañas, ¿para qué hacer curvas? que discurría por en medio de la nada (en serio, aquí no hay poblaciones salvo las ciudades más o menos grandes) llena de radares fijos a lo bestia. Pasamos por unos 11 ó 12 por lo menos, increíble. No tuvimos encuentros con la policía ni nada parecido, aunque por ahí hemos oído de gente que ha tenido problemas que sólo el Señor Soborno ha conseguido solventar.
Cuando llegamos a Klaipeda, dejamos nuestras cosas en el albergue y nos dispusimos a ver la ciudad y comer. La verdad es que no tiene gran cosa, suponemos que en verano merecerá la pena como nos ha dicho todo el mundo, porque la verdad que ahora no tiene demasiado. Comimos en un restaurante lituano en el que tardaron una eternidad en atendernos, pero la comida estaba bastante buena. Por la tarde seguimos paseando por la ciudad y cogimos un ferry hasta una barrera de tierra al otro lado del Lago Curonia. Vimos un atardecer precioso en el Mar Báltico, nos mojamos un poquito los pies y estuvimos allí un buen rato, hasta que comenzó a anochecer y volvimos a Klaipeda. Una vez allí, compramos algo para cenar y beber en el albergue y salimos a un club llamado Kiwi, bastante vacío en el que de vez en cuando un tío anunciaba algo llamado "Lady Gaga Project" y 5 chicas vestidas de Lady Gaga empezaban a bailar, todo muy extraño.
Al día siguiente, nuestro destino fue de nuevo la península de Curonia, al otro lado del lago. Con nuestro picnic, nos dirigimos hacia allí, pasando esta vez la furgo con nosotros en el ferry, ya que la barrera de tierra es bastante larga (tanto, que hasta una parte es de Rusia, perteneciente al territorio de Kaliningrado) Allí, fuimos a un pueblo muy bonito y nuevo (se ve que los tres arquitectos buenos se juntaron para diseñarlo) llamado Nida y estuvimos en una playa del Mar Báltico (yo esperaba que fuese muy distinto al Mediterráneo, pero no lo es tanto) y vimos cómo unos pescadores intentaban meter la barca al mar sin éxito, llenándose esta de agua, bastante divertido para nosotros, aunque supongo que ellos querrían ahorcarnos...
También visitamos unas dunas de arena preciosas, donde nos dedicamos a revolcarnos y bajar correteando por ellas desde un mirador, uno de esos momentos de regresión infantil tan divertidos y satisfactorios.
Tras esta última visita, al ferry otra vez con la furgo hasta Klaipeda, donde paramos a tomar algo en un centro comercial (sigo pensando que es lo único que le da algo de vida a estas ciudades una vez entra el frío) y de vuelta por la recta interminable que hay por autovía hasta Kaunas.
Y así transcurrió nuestra visita a la que esperamos que sea una ciudad más interesante cuando haga buen tiempo. Aunque, como siempre, resultó ser muy divertida más por la compañía que por la actividad en sí. Gracias chicos.
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