viernes, 14 de octubre de 2011

Día de la Hispanidad en la Embajada

Pues sí chavalotes, habéis leído bien. Como somos tíos importantes y respetables, ya hasta vamos a festivales de postín. No, en serio, os cuento la historia. ¿Recordáis nuestro fin de semana en Vilnius? Nos quedamos hasta el lunes para ir a registrarnos en la Embajada (a decirles a quién avisar en caso de que palmemos y esas cosas) y a pedir el voto por correo. (Ahora viene una pequeña soflama política, así que el que quiera se la puede saltar) Sí, pese a estar en el extranjero pienso ejercer mi derecho a votar (los lituanos de la resi nos llamaban "Patriots" por ir a Vilnius a pedir el voto) por más que se diga de nuestra democracia, pienso que votar es un derecho y a la vez un deber, y que la persona que no vota, para mí, no tiene derecho a abrir la boca para quejarse en los 4 años siguientes. Una vez dicho esto, y sin ánimos de crear tensión ni crispar el ambiente, os cuento la miga del asunto, que tiene bastante.

Tras ir a solicitar el voto nos llegó un e-mail diciendo que estábamos invitados  una recepción para celebrar el día de la Hispanidad. Sí, ya sé que fue el día 12, pero como era fiesta en España, la Embajada estaba cerrada, y la celebración para los españoles residentes en Lituania se pospuso hasta ayer, día 13.
El día empezó con madrugón, a clase, corriendo para el tren y a la 1 del mediodía en Vilnius, llegando a la Embajada. Por supuesto de zapatos y camisa, y porque el traje no me cabía en la maleta, que si no... Lloviznaba y hacía bastante frío al llegar. De hecho, Vilnius es bastante más fría que Kaunas, o esa es la impresión que nosotros tenemos. Según entramos, nos indican dónde es la recepción, en un salón en la última planta. Subiendo por las escaleras, Pablín preguntó al personal de la Embajada (y cito textualmente)  Oye, ¿un váter aquí para mear? (al tiempo que con su dedo índice simulaba una pichica)

Después de este descojone, llegamos al salón. Una sala bastante amplia, con una tarima al fondo en la que habia el típico fondo azul con el escudo de España y un texto que rezaba "Embajada del Reino de España" o algo parecido, un micro, y las banderas de Lituania y España. También varias mesas con comida típica española: embutidos, paella (bueno, arroz, según los valencianos, que se despacharon a gusto sobre el tema) fuentes con carne y puré de patatas, ensaladilla rusa (nada que ver con la que se come en Murcia) canapés diversos... en definitiva, un festín.
También había bebidas ad libitum, a pajera abierta, para echarle a los cochinos, como para una boda... en fin, en abundancia. Refrescos, vinos españoles blanco y tinto y un serpentín de cerveza que tiraba super lento, ante el cual la gente, pusilánimes ellos, se daban por vencidos, maldecían y renegaban cuando no conseguían echar más que espuma. Aquí agradecí la de cañas que he tenido que tirar (y mi graduado en EGB en la Estación ¿eh, Chino?) y con un poquito de maña y tumbando el vaso se sacaban buenas cañas fresquitas que entraban con facilidad. Cómo no, me tocó echar unas cuantas. Tras comer de casi todo, llegamos al elemento estrella del recibimiento: ¡UN JAMÓN! Sí, muchachada, no ha habido otra cosa que más haya echado de menos de España (venga, a todos vosotros un poco, pero no sois comestibles, aunque a alguna que otra no le decía yo que no...) En serio, en MAXIMA no venden jamones, sólo sobres loncheados a precio de oro y no son gran cosa. Así que, me hice con el cuchillo, y venga a cortar platos (y a arreglar el desaguisado que había formado el cortador precedente) a comer y a agradecer a Don Tomás Fuertes (para el que no lo sepa, el dueño de ELPOZO) su aportación. Era un reserva, y estaba cojonudo, todo hay que decirlo. Fue una de las mejores sensaciones del día, el poder echarme una lasca de jamón cortada finita con un vaso de vino tinto... QUÉ HERMOSURA. La desventaja es que como la gente vea que alguien corta bien jamón, ya sabéis lo que toca, quedarse allí un rato. Coño, hasta una señora del servicio me pidió que le cortara un poquito para catarlo.
Después de un buen rato comiendo jamón y bebiendo vino, pasamos a los postres y a seguir bebiendo vino. En esto, que un Dimitri random de los que trabajan en la embajada se puso a cambiar un barril sin tener ni puta idea, liando un zapatiesto considerable con el gas abierto, así que me tocó volver a salvar el día (En la vida imaginé que haber currado en la hostelería me sirviese para algo en Lituania) Me acerqué, le quité la goma del serpentín de las manos, cerré el gas, y barril nuevo pinchado. Ovación de la sala y abrazos y agradecimientos en lituano y español del personaje en cuestión. Conocimos muchos españoles de los que estudian en Vilnius, y nos encontramos con la mayoría de los que están en Kaunas (Incluido el que casi palma en un hospital lituano de mala muerte y ha tenido cojones a volver). Cuando se iba acabando el tema (Y no quedaba vino) fotos en el pedestal abrazando la rojigualda (la otra mejor sensación del día), apretón de manos y agradecimiento a Don Miguel (el embajador, una mezcla entre Miguel Ángel Revilla, expresidente de Cantabria y Manolo Preciado, técnico del Sporting) y a otra cosa mariposa. Algunos de nosotros amortizamos la visita y recuperamos parte de nuestros impuestos cobrándolos en especie. Sí señores, nos tajamos en la Embajada con dos cojones.
Cuando salíamos de la Embajada no pude evitar la broma de saltar de un lado a otro de la puerta gritando: España (cuando estaba dentro) Lituania (cuando cruzaba la puerta) una y otra vez al más puro estilo Homer Simpson. Después, un paseíllo por Vilnius, hora y pico de tren y de vuelta en Kaunas.
Cenita de Hesburger al llegar (los menús están buenos y son bastante más baratos que un Mc Donald's o Burger King en España, pero los refrescos parecen de broma) un poco de bebida y musicote (gracias Jorge) en el piso de esta gente, y para una fiestecilla en Combo, donde regateamos un poquillo la entrada, ya que pasábamos de pagar lo que pedían, así que con un poco de rostro y gracia española, conseguimos entrar por menos.
A la discoteca fuimos en taxi, el cual pedía 50 litas por un recorrido que normalmente vale 10 (con la compañía de taxis más barata y en un taxi normal) así que nos tocó regatear. Luego el máquina quería llevarnos de putas, de hecho llevaba una pegatina del puti en cuestión en el salpicadero, un espectáculo. Al final, por 20 Litas (compañía cara y taxi de 9 plazas ya que éramos 6)
Para pocas cosas más dio la jornada, pero bajo mi humilde punto de vista, un Día de la Hispanidad (atrasado) cojonudo.

Hasta la próxima

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